Casi un 40% de los adultos mayores no llega a fin de mes

El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Fundación Navarro Viola presentarán mañana un informe sobre “los problemas económicos de las personas mayores: una aproximación a las múltiples dimensiones de su vulnerabilidad”. Según ese documento, el 38% de los adultos mayores no tienen ingresos para afrontar el mes ni cubrir sus necesidades.

El diario La Nación adelantó hoy parte del documento, que detallla el perfil de la población encuestada: Viven en el conurbano bonaerense y tienen carencias habitacionales, no terminaron el secundario y pertenecen a los estratos muy bajo y bajo; son inactivos con la jubilación mínima o tienen empleos precarios.

Además, la falta de sustento también muestra relación con el estado de salud: tienen malestar psicológico, ansiedad o depresión (37,5%), y su salud bastante o muy comprometida (31,6%); se sienten poco o nada felices (19,2%) y carecen de proyectos personales que les permitan trascender el día a día (30%).
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Sara Ninfa Chávez tiene 63 años y desde hace 32 vive en el barrio El Libertador, partido de San Martín. Allí comparte el techo con su marido, uno de sus hijos, su nuera y sus tres nietos. “Mi marido hace fletes y mi hijo trabaja de changarín vendiendo cosas en la calle. Hace nueve meses que cobro 4700 pesos de jubilación, pero cuesta muchísimo llegar a fin de mes. Tenemos que buscar formas de sobrevivir para que a mis nietos no les falte nada”, dice Sara, sentada en su living y atenta al timbre del quiosco que tiene en la casa.

El matutino porteño consultó especialistas. Aquí el informe.

Ponerlos en agenda
Sobre la importancia de poner en agenda las necesidades de este grupo, Enrique Amadasi, coordinador del estudio y del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores de la UCA, subraya: “Entre los especialistas no hay acuerdo acerca de que la línea que se utiliza para medir la pobreza en la población en general [según el nivel de ingresos] sea aplicable a las personas mayores”. Explica: “Esto es porque tienen una canasta distinta, que aún no se ha valorizado. Mientras no se defina esa canasta alternativa, utilizamos este indicador de pobreza subjetiva, que consiste en relevar a aquellas personas que declaran que los ingresos de su hogar no les alcanza para cubrir las necesidades del mes”.

Silvia Gascón, directora del Centro de Envejecimiento Activo y Longevidad de la Universidad Isalud, coincide, remarcando los déficits de medir la pobreza en las personas mayores según el nivel de ingresos, como la dio a conocer el Indec en marzo, indicando que era del 7,4%. “El PAMI acaba de tomar una medida de reducción de subsidios en medicamentos en base a la línea de pobreza. Y en realidad, la gente que dice que no le alcanza para llegar a fin de mes duplica ese número”, dice la especialista.

Afirma que además de los costos en salud y medicamentos, a la canasta básica de las personas mayores habría que agregarle los gastos en transporte público: “Las más pobres y de más de 75 años no pueden salir de su casa porque necesitan usar remises o taxis. También deberían incluirse los costos de adecuación de la vivienda y equipamiento, por ejemplo, para quienes tienen que moverse en silla de ruedas”.

Amadasi sostiene que cuando se mide el índice de satisfacción de necesidades de las personas mayores -que contempla las vinculadas con la atención en la salud, recreativas, vivienda, alimentación, afecto y cariño, e ingresos-, donde existe mayor insatisfacción es en las económicas. Por otro lado, los más vulnerables son los que conviven con hijos y nietos. “Aunque cobren jubilación, la tienen que compartir con un hogar que es grande, en el que los otros ingresos suelen ser muy precarios”, dice Amadasi.

Inés Castro Almeyra, directora ejecutiva de la Fundación Navarro Viola, hace énfasis en la necesidad de estudiar las condiciones de vida de las personas mayores, por cómo está creciendo este grupo (en 2050 será más numeroso que el de niños y adolescentes) y por la poca información que existe. “Hay muchas vejeces: las personas tienen necesidades, capacidades y trayectorias de vida muy diferentes. Buscamos repensar cuáles son sus recursos y expectativas para entenderlos en toda su dimensión. Contar con esta información es clave a la hora de pensar en políticas públicas”, opina.

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